Memoria de un estudiante de 2º de medicina
tras su rotatorio en el centro de salud:
Hoy
en nuestro blog homenajeamos el significado de la palabra que le da nombre,
“DOCENCIA: Actividad de la persona que se dedica a la enseñanza”
Desde
el pasado mes de noviembre hemos tenido la oportunidad de tutorizar en nuestro
centro de salud a alumnos de 2º de medicina.
En
ocasiones nos cuestionábamos sobre la rentabilidad de pasar sólo una semana con
nosotros para su formación. Sobre la cantidad de conocimientos que podían
adquirir al estar en contacto con pacientes, cuando aún están estudiando sobre
fisiología, bioquímica e histología. Nos esforzábamos por asociarles síntomas y
tratamientos a su mundo de neurotransmisores y cortes histológicos. Nos
preocupaba cómo transmitirles la dimensión psicológica y social que se escondía
detrás de cada intervención o decisión que tomábamos.
El
resultado final ha sido que estos estudiantes nos han sorprendido gratamente.
Nos han regalado unas motivadoras palabras que nos transportan con ternura a
nuestro “yo” estudiante, y nos recarga de energía para poder seguir trabajando
y luchando por lo que creemos.
Porque
la enseñanza puede ser bidireccional y el docente puede también crecer con
ella, queremos compartir la memoria de prácticas de uno de nuestros alumnos.
Muchísimas
gracias por este regalo Ricardo. No podíamos haber finalizado de mejor forma
esta experiencia docente. Hacerlo con la sonrisa que deja la satisfacción de
ver alumnos motivados e ilusionados por la profesión que han escogido.
Un
último consejo: Que sólo cambie la cantidad de conocimientos que adquirís
durante estos años, pero que no lo haga vuestra actitud ante los diferentes
problemas de salud y ante aquellos que los padecen.
Mucha
suerte con vuestros exámenes y mucha fuerza en este largo camino.
Os dejamos
su memoria:
No me
gusta nada esa frase que dice que "mejor ser el primero a ser el
mejor", nunca me ha gustado. Pero sí que creo que si hay algo que nunca
olvidamos son los primeros momentos. Son aquellos que quedan guardados para
siempre, nos guste o no, a fuego en nuestra memoria.
Nunca me olvidaré del primer día de colegio, o de mi primer día de
universidad, aún con todo lo que me costó que ese día llegara. No olvidaré la
charla que recibí en mi primera clase de "Antropología Médica", o de
la primera vez que hice un examen tipo test de Biología Celular (y que, por
supuesto, suspendí estrepitosamente)
Se me hace difícil imaginarme a mi dentro de 10 o 15 años
ejerciendo mi profesión y no acordándome de aquella primera semana al otro lado
de la mesa en una consulta. Sé que no olvidaré nunca aquel primer momento, y lo
que supuso para mi ponerme una bata y colgarme un estetoscopio. O aquella
primera paciente que entró por la puerta con una Bursitis Trocantérea, que
aunque ya infiltrada, aún refería dolor.
Puede que aquel momento para un médico que ya es asiduo en el
ejercicio de su profesión no sea más que otra consulta cualquiera, pero el
momento se vive mucho más apasionadamente cuando se ve desde el prisma de unos
ojos que observan por primera vez. Por muy tonto que parezca, aquella primera
receta de Paracetamol para mi simbolizó un enorme paso en la dirección que hace
ya dos años escogí para el resto de mi vida.
Y en ese momento, en el que te alejas durante una semana de los
libros de texto y sus inacabables páginas, gráficas y esquemas; es cuando te
pones cara a cara, enfrentándote a la realidad del dolor, al sufrimiento. Ahí
es cuando comprendes que hay cosas que no se aprenden en el Guyton, que no
aparecen en ningún dibujo del Sobotta, o que no se pueden entender hojeando el Snell.
Porque por mucho que comprendas el funcionamiento de las células
beta del páncreas en la producción de la insulina para la regulación de la
glucemia en sangre, se te hace una bola en la garganta cuando a un paciente que
viene por un problema menor, le cambias la vida radicalmente diagnosticándole
Diabetes, y condenándolo a 2 pastillas al día, a pruebas de glucosa antes y 2
horas después de cada comida y a inyecciones de insulina prácticamente de por
vida. Y todo esto, gracias a un análisis de sangre que pides por un cuadro de
Vitíligo.
Por muchas horas que eches en bibliotecas, no aprenderás de la
importancia que tiene el hacer partícipe de su medicación al paciente. Porque
con un "si usted deja de fumar yo le quito esta pastilla" puedes
conseguir mucho más que regañando y poniendo mala cara a los hábitos de aquel
que no sabe el daño que se está haciendo a sí mismo (o no lo quiere saber).
Porque no hay mayor motivación para estudiar de sol a sol. que ver
la confianza que deposita en tus manos alguien con Vértigo Postural, cuya
calidad de vida depende de cómo mire a un lado o a otro, y pasa los días con
miedo de que todo a su alrededor dé vueltas. Es estimulante observar cómo esta
maravillosa ciencia aún exige a un profesional ya formado el estudio continuo,
durante todo su ejercicio, para aprender nuevas técnicas, maniobras y
conocimientos.
Porque por mucho que sepas de la fisiología respiratoria,
cardíaca, renal.... No hay forma de agradecer la generosidad de aquel que te
deja aprender de su enfermedad. Y puedes aprender más del asma en una mañana
auscultando a un paciente, que en dos mirando páginas.
O que puedes estar medianamente informado en el trato al paciente
y la entrevista clínica, pero todos tus conocimientos se desvanecen y te sientes
desnudo cuando ves cómo alguien se derrumba delante de ti. Es tremendamente
cierto que puedes no encontrar mejor medicina que escuchar, mirar a los ojos e
intentar comprender.
Y también es un tremendo toque de humildad ver cómo, a pesar de
los conocimientos, y el respeto que infunde el médico con su bata; al final del
día también es alguien que se cansa, se enfada, tiene albañiles esperándole en
casa, necesita comer, ir al baño, no siempre lo sabe todo, o simplemente lidia
con sus problemas personales, todos los días.
Muchísimas gracias, doctora, por haberme demostrado su
profesionalidad, generosidad, mano izquierda y humanidad.
Lo único que me veo en virtud de poder pedirle (ya como último
favor) es que nunca pierda ese fuego interno, esa pasión que sólo el amor a una
ciencia (y también diría un arte) pueden dar. No se acomode sobre seguro, ni se
oxide en la fácil posición de aquel que deja los días pasar. Le pido que siga
corriendo de arriba abajo, con 29 pacientes en una mañana y el tiempo al cuello,
y que encuentre siempre un momento para sentirse tremendamente orgullosa y
agradecida por todo lo que ha logrado y lo que es.
Soy la suma de mis primeros momentos, y le guste o no, usted ya
forma parte de uno que llevaré conmigo toda la vida.
Gracias por todo, otra vez, Doctora.
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