domingo, 21 de mayo de 2017

Primeros Momentos

Memoria de un estudiante de 2º de medicina tras su rotatorio en el centro de salud:

Hoy en nuestro blog homenajeamos el significado de la palabra que le da nombre,

        “DOCENCIA: Actividad de la persona que se dedica a la enseñanza”

Desde el pasado mes de noviembre hemos tenido la oportunidad de tutorizar en nuestro centro de salud a alumnos de 2º de medicina.  

En ocasiones nos cuestionábamos sobre la rentabilidad de pasar sólo una semana con nosotros para su formación. Sobre la cantidad de conocimientos que podían adquirir al estar en contacto con pacientes, cuando aún están estudiando sobre fisiología, bioquímica e histología. Nos esforzábamos por asociarles síntomas y tratamientos a su mundo de neurotransmisores y cortes histológicos. Nos preocupaba cómo transmitirles la dimensión psicológica y social que se escondía detrás de cada intervención o decisión que tomábamos.

El resultado final ha sido que estos estudiantes nos han sorprendido gratamente. Nos han regalado unas motivadoras palabras que nos transportan con ternura a nuestro “yo” estudiante, y nos recarga de energía para poder seguir trabajando y luchando por lo que creemos.

Porque la enseñanza puede ser bidireccional y el docente puede también crecer con ella, queremos compartir la memoria de prácticas de uno de nuestros alumnos.

Muchísimas gracias por este regalo Ricardo. No podíamos haber finalizado de mejor forma esta experiencia docente. Hacerlo con la sonrisa que deja la satisfacción de ver alumnos motivados e ilusionados por la profesión que han escogido.

Un último consejo: Que sólo cambie la cantidad de conocimientos que adquirís durante estos años, pero que no lo haga vuestra actitud ante los diferentes problemas de salud y ante aquellos que los padecen.

Mucha suerte con vuestros exámenes y mucha fuerza en este largo camino.


Os dejamos su memoria:





No me gusta nada esa frase que dice que "mejor ser el primero a ser el mejor", nunca me ha gustado. Pero sí que creo que si hay algo que nunca olvidamos son los primeros momentos. Son aquellos que quedan guardados para siempre, nos guste o no, a fuego en nuestra memoria.

Nunca me olvidaré del primer día de colegio, o de mi primer día de universidad, aún con todo lo que me costó que ese día llegara. No olvidaré la charla que recibí en mi primera clase de "Antropología Médica", o de la primera vez que hice un examen tipo test de Biología Celular (y que, por supuesto, suspendí estrepitosamente)

Se me hace difícil imaginarme a mi dentro de 10 o 15 años ejerciendo mi profesión y no acordándome de aquella primera semana al otro lado de la mesa en una consulta. Sé que no olvidaré nunca aquel primer momento, y lo que supuso para mi ponerme una bata y colgarme un estetoscopio. O aquella primera paciente que entró por la puerta con una Bursitis Trocantérea, que aunque ya infiltrada, aún refería dolor. 

Puede que aquel momento para un médico que ya es asiduo en el ejercicio de su profesión no sea más que otra consulta cualquiera, pero el momento se vive mucho más apasionadamente cuando se ve desde el prisma de unos ojos que observan por primera vez. Por muy tonto que parezca, aquella primera receta de Paracetamol para mi simbolizó un enorme paso en la dirección que hace ya dos años escogí para el resto de mi vida.

Y en ese momento, en el que te alejas durante una semana de los libros de texto y sus inacabables páginas, gráficas y esquemas; es cuando te pones cara a cara, enfrentándote a la realidad del dolor, al sufrimiento. Ahí es cuando comprendes que hay cosas que no se aprenden en el Guyton, que no aparecen en ningún dibujo del Sobotta, o que no se pueden entender hojeando el Snell. 

Porque por mucho que comprendas el funcionamiento de las células beta del páncreas en la producción de la insulina para la regulación de la glucemia en sangre, se te hace una bola en la garganta cuando a un paciente que viene por un problema menor, le cambias la vida radicalmente diagnosticándole Diabetes, y condenándolo a 2 pastillas al día, a pruebas de glucosa antes y 2 horas después de cada comida y a inyecciones de insulina prácticamente de por vida. Y todo esto, gracias a un análisis de sangre que pides por un cuadro de Vitíligo.

Por muchas horas que eches en bibliotecas, no aprenderás de la importancia que tiene el hacer partícipe de su medicación al paciente. Porque con un "si usted deja de fumar yo le quito esta pastilla" puedes conseguir mucho más que regañando y poniendo mala cara a los hábitos de aquel que no sabe el daño que se está haciendo a sí mismo (o no lo quiere saber).

Porque no hay mayor motivación para estudiar de sol a sol. que ver la confianza que deposita en tus manos alguien con Vértigo Postural, cuya calidad de vida depende de cómo mire a un lado o a otro, y pasa los días con miedo de que todo a su alrededor dé vueltas. Es estimulante observar cómo esta maravillosa ciencia aún exige a un profesional ya formado el estudio continuo, durante todo su ejercicio, para aprender nuevas técnicas, maniobras y conocimientos. 

Porque por mucho que sepas de la fisiología respiratoria, cardíaca, renal.... No hay forma de agradecer la generosidad de aquel que te deja aprender de su enfermedad. Y puedes aprender más del asma en una mañana auscultando a un paciente, que en dos mirando páginas.

O que puedes estar medianamente informado en el trato al paciente y la entrevista clínica, pero todos tus conocimientos se desvanecen y te sientes desnudo cuando ves cómo alguien se derrumba delante de ti. Es tremendamente cierto que puedes no encontrar mejor medicina que escuchar, mirar a los ojos e intentar comprender.

Y también es un tremendo toque de humildad ver cómo, a pesar de los conocimientos, y el respeto que infunde el médico con su bata; al final del día también es alguien que se cansa, se enfada, tiene albañiles esperándole en casa, necesita comer, ir al baño, no siempre lo sabe todo, o simplemente lidia con sus problemas personales, todos los días.

Muchísimas gracias, doctora, por haberme demostrado su profesionalidad, generosidad, mano izquierda y humanidad. 

Lo único que me veo en virtud de poder pedirle (ya como último favor) es que nunca pierda ese fuego interno, esa pasión que sólo el amor a una ciencia (y también diría un arte) pueden dar. No se acomode sobre seguro, ni se oxide en la fácil posición de aquel que deja los días pasar. Le pido que siga corriendo de arriba abajo, con 29 pacientes en una mañana y el tiempo al cuello, y que encuentre siempre un momento para sentirse tremendamente orgullosa y agradecida por todo lo que ha logrado y lo que es.

Soy la suma de mis primeros momentos, y le guste o no, usted ya forma parte de uno que llevaré conmigo toda la vida. 

Gracias por todo, otra vez, Doctora.

Ricardo Gutiérrez de Torres
https://anatomiapersonal.wordpress.com/ 

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